La minería en Caldas

Por Gonzalo Duque Escobar

Los grandes conflictos de Colombia, pasan por los temas energéticos, mineros y de infraestructura. Igualmente, una de las locomotoras del Plan de Desarrollo “Prosperidad para todos”, contempla la minería. Y dado que en las últimas décadas el sector minero se ha caracterizado por sus graves problemáticas ambientales y sociales, tras haber “ablandado la legislación ambiental” para atraer la inversión extranjera, se presenta como fórmula concesionar las áreas mineras de Colombia.

En Caldas, los escenarios actuales que merecen atención, son: Marmato, un pueblo colonial anclado en la montaña y situado en la vertiente occidental del río Cauca sobre el macizo de los Mellizos de la cordillera Occidental, y el sector de la mina de Tolda Fría adscrita al Distrito Minero Manizales-Villamaría,  localizada en la vereda Montaño de Villamaría, vecina al PNNN y a la Reserva Forestal Protectora de Chec, cuyo sistema de explotación subterráneo, compromete fuentes de agua y ecosistemas de áreas protegidas vitales.

La minería no es sostenible. El recurso extraído no se recupera. No obstante podemos hablar de una minería limpia, socialmente responsable y que sea productiva.

En las microcuencas de la Q. Manizales y la Quebrada La María existe minería casi desde la fundación de la ciudad. A pesar de la vecindad al Parque Nacional Natural de los Nevados y a la primera fuente de agua de Manizales (Q. Gallinazo), una pequeña minería, limpia y de carácter artesanal, puede resultar viable en caso de incorporar prácticas amigables con el medio ambiente.

Igual ocurre con Marmato: donde cientos de familias de etnias mayoritariamente negras, mulatas e indígenas cuya historia cruza páginas enteras de la historia del oro en Colombia, podrían quedar sin pasado ni futuro en caso de perder sus raíces ancestrales y culturales, para dar paso a la gran minería de cielo abierto. Soportados en la cultura del alto occidente de Caldas, los marmateños pueden reconvertir su actividad implementando una minería asociativa, limpia y con valor agregado.

Sin  satanizar la gran minería, viable en condiciones especiales y restringidas, debemos actuar desde la sociedad civil previendo las consecuencias de una minería a cielo abierto que, además de su fuerte impacto modelador del paisaje y conocido impacto relacionado con los elevados niveles de contaminación industrial, en los casos señalados destruya el patrimonio cultural, atropelle comunidades vulnerables o comprometa fuentes de agua esenciales para el consumo humano o ecosistemas estratégicos.

  • Gonzalo Duque-Escobar. Profesor de la U.N. de Colombia y Miembro de la SMP de Manizales. Manizales http://godues.webs.com

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Imagen, en: http://rachelblumesmall.wordpress.com/

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